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sábado, 18 de septiembre de 2010

¿Qué número tienes?


Un número tras otro. La luz destella futuro. Las miradas se tropiezan cargadas de temor. Nadie se atreve a  ver directamente a los ojos del que está al frente. Mucho menos a los del lado. Se debe evitar cualquier gesto que cause confusión. María toma en sus manos el pequeño rectángulo de papel en el que reluce el 121. Acostumbrada a que su relación con el dinero se reduzca a guardar los billetes en el monedero;  ir al banco le parece una aventura. Camina entre las sillas que agrupadas en pequeños cuadrados buscan una comodidad imposible de alcanzar.  Desde una esquina en la que evita toses, estornudos y resoplidos, recuerda asombrada que debe hacer frente a la ausencia de aire, gracias al plan de ahorro energético en el que nos encontramos de la noche a la mañana. Piensa en lo bien que le vendría un pañuelo con alcohol como intento de poner fin  a todo germen, cuando alguien la descubre fuera de lugar.
-          Muñeca-  escucha una voz que susurra a su lado - ¿Qué número tienes?
-          121 – contesta tratando de sonar amable, ante aquel hombre enfundado en su chaqueta de cuero en pleno mediodía.
-          Tienes 60 personas por delante – le explica; sosteniendo un casco negro entre sus manos, con la destreza de un jugador de bowling  que exhibe la pelota antes del inminente lanzamiento.
-          ¡No puede ser!  Exclama como a quien se le va la vida. Rápidamente multiplica por cinco, concluyendo que harán falta unas tres horas para ser atendida.
La tecnología hace de las suyas. Una distribución precisa de caja en caja según la operación indicada, reparte consecutivamente a jóvenes, viejos, hombres y mujeres por igual. Tal como que si fueran las fichas de un juego. María piensa en que el dinero en el banco inicia la conclusión de cualquier trato personal. Su reflexión le permite cuestionar las tantas teorías que existen sobre el servicio al cliente y la generación de valor. Es justamente hacia el sector servicios hacia donde se dirigen grandes esfuerzos en los planes de competitividad, buscar la sensación de bienestar del cliente es el objetivo principal. Propuesta que en nuestro país parece distar mucho de la realidad.
Una hora después, la sed y el cansancio, hacen lo suyo. Al fondo, la voz del vigilante quien solicita paciencia ante la caída del sistema. Como una avalancha la mitad de los clientes buscan la puerta; los tickets  caen al piso, abandonados por sus dueños. María sonríe tratando de descubrir en cuál de ellos conseguirá su mejor oportunidad. Los que se han ido lo han hecho conscientes que al día siguiente un nuevo círculo los llevará a sostener el mismo número entre sus manos

lunes, 5 de abril de 2010

¿A DONDE SE FUE LA FE?

Por: Inés Muñoz Aguirre
http://www.inesmunozaguirre.blogspot.com


Josefina descendió desde lo alto. Velozmente salió de su apartamento porque era Miércoles Santo. Decidió salir buscando una respuesta en un acto de fe. Después de cierto tiempo alejada del mundanal ruido, de todas esas cosas que a falta de solución se le vuelven incomprensibles. Josefina vivía dedicada por completo a su trabajo, porque cree que con él se construye una vida, una sociedad y hasta un país.
Mientras escuchaba a lo lejos cierta algarabía  llamó al ascensor que parecía tardarse un poco más que de costumbre. La angustia comenzó a generarle una gran inquietud  por salir de allí. Cuando ya estaba a punto de bajar en carrera escalón tras escalón, se abrió la puerta de una caja felizmente vacía. Finalmente llegó al portón, cruzó la reja principal y de pronto se encontró en medio de una gran cantidad de gente que caminaba hacia el final de la avenida, vela en mano. Uno que otro con largas túnicas moradas, uno que otro con pantaloncillo de playa y sandalias. Josefina supuso que se debía a la necesidad que tiene el venezolano de sentirse de vacaciones. Después de todo sólo basta que tengamos un día libre que sin importar la causa, nos despojamos de todo lo que significa la rutina y nos volvemos esencialmente playeros. ¡Cuestiones de tanto mar cercano! Y tanto cuidado que puso ella a su vestimenta, al punto de quitarse la franela de prolongado escote que cargaba, asumiendo que las mangas y el cuello alto pondrían de manifiesto el respeto a sus tradiciones. ¡Cómo puede irse al descubierto ese día triste en que se conmemora la crucifixión!
Pero allí estaba, en medio de una gran algarabía de rezos e insultos perfectamente mezclados. La Policía Municipal luchaba por evitar el paso de los carros hacia la procesión en que traían al Nazareno. Conos atravesados, bicicletas, radios en mano, nada era suficiente para evitar tanto insulto que saltaba alrededor. Nadie quería entender que debían desviarse dos cuadras. ¿Por qué? Preguntaban unos ¿Por qué si esa es la ruta a mi casa? Protestaban otros. ¡No me da la gana de esperar! Gritaban unos ¡Abusadores! Gritaban otros. Que hubieran habilitado una doble vía, parecía no ser una alternativa para nadie. La procesión seguía adelante, a punto de sortear el desafío lanzado por todos los que olvidaron que existe un Miércoles Santo. Un miércoles  que parece deslizarse buscando cobijo en tanta mirada desconcertada  y ante una Venezuela tan distinta a aquella a la cual pertenecieron los abuelos. Josefina corrió desesperada optando por encerrarse de nuevo en medio de sus cuatro paredes.

martes, 9 de marzo de 2010

SIN LUZ SOLO HAY SOMBRAS

Por: Inés Muñoz Aguirre
http://www.inesmunozaguirre.blogspot.com

José apretó el acelerador, estaba entrando en la ciudad a eso de las 10 de la noche. Al tomar la avenida principal pensó que se había equivocado y que como en un cuento de ficción había caído de un lugar a otro sin apenas darse cuenta. La oscuridad no le impedía ver la realidad. Aquella ciudad que en otras épocas había sido famosa por su iluminación, pasaba ante sus ojos convertida en una secuencia de fotogramas de sombras. Las vallas habían desaparecido sumiendo en un vacio de marcas, ofertas y productos a los conductores quienes se habían convertido en asiduos seguidores de fotografías, frases y propuestas surgidas del ingenio humano en su empeño de comprar y vender. Las luces de los postes estaban apagadas y tal como que si estuviera en medio de una carretera en el rincón más recóndito del país, el trayecto sólo era marcado por las luces del carro.
José sintió que aumentaba en él, la sensación de estar perdido en un túnel que lo conducía hacia el pasado; las cosas que pasaban en su ciudad de nacimiento no ocurrían en ninguna otra ciudad del mundo. Un franco retroceso, marcaba el día a día y aquella oscuridad no era otra cosa que la confirmación de cómo hay elementos que aunque no se quiera, son la prueba clara del avance o del retroceso – Esta oscuridad – pensó – nos está robando por completo la proyección de ciudad moderna que nos caracterizó en otros tiempos.
Los edificios apenas se perciben como grandes moles de cemento, apenas adornados de débiles luces que nos indican que aun hay gente viviendo en ellos. Gente sumidos en la misma oscuridad, que alienta la falta de energía, la posibilidad de la multa y la desesperanza. Estando ya muy cerca del distribuidor que lo sacará directamente hacia la urbanización hacia la cual se dirige, pone las luces altas para distinguir la vía con mayor precisión. No puede creer la soledad que hay en las calles; el paso apresurado de la poca gente que camina angustiada; la velocidad con que pasan a su lado los carros que parecen huir despavoridos de quien sabe cuántas cosas. En los cerros se distinguen largas hileras de luces blancas, provenientes de los miles de bombillos ahorradores, quizá el único avance logrado en medio de esta crisis.
Cuando finalmente José llega a su casa se encuentra que tiene que subir las escaleras, ya que los ascensores no están funcionando para contribuir al ahorro de energía. La subida lenta hacia el piso doce le hace descubrir que en los pasillos hay iluminación para un piso sí y para otro no. El encuentro repentino con uno de sus vecinos le hace saltar el corazón porque no logra distinguir de quien se trata y por momentos cree sentirse perdido bajo las amenazas de un ladrón. Al otro hombre le sucede lo mismo, difícilmente se logran distinguir en medio de aquella oscuridad que sólo les permite escuchar el sonido agudo de la respiración entrecortada y de unos corazones acelerados. Por momento viene a la mente de José aquella vieja costumbre de - ¿Quién anda, ahí? – Ansioso de escuchar la típica respuesta –Gente de paz. Cuando finalmente se descubren frente a frente, vuelven a la vida en el reconocimiento; el saludo cansado y el sueño de llegar sanos y salvos a donde van. Finalmente José entra en aquel espacio en el que se había acostumbrado a ver la ciudad desde el balcón; una ciudad viva; llena de múltiples colores; una ciudad que ahora lo sobrecoge porque sus pocas luces le dan la sensación de una ciudad abandonada. José sintió que inesperadamente una lágrima saltó por su mejilla, como respuesta a sus emociones encontradas y se quedó preguntándose a dónde había ido lo que una vez tuvo y hacia donde lo conducirían sus pasos.
La respuesta se quedó colgada de una sombra.

lunes, 1 de marzo de 2010

¿DE QUE PLANETA SON?...

Blanca no salía de su asombro al escuchar el nombre que su amiga Mileydi le iba a poner a su hijo a punto de nacer. Cual escena de telenovela la mujer a punto de parir pegaba gritos varios, sonoros y a veces matizados por una que otra grosería, pero jamás perdió la capacidad de responder con voz claramente inteligible a la pregunta:
• ¿Y qué nombre le pondrás?
• Brandon Bastry........ Brandon Bastry........ Brandon Bastry........
Cuando ella nació en este país valía la pena llamarse Blanca. Todavía no estaba de moda lo del "eco" y mucho menos anticiparse a saber el sexo del bebe en espera. Sin embargo su madre no tuvo ninguna duda: "Si es niña se llamará Blanca", nombre que sólo tuvo por competencia María, Josefina, Manuela o Carmen como la abuela.
¿Y sí es niño? Preguntó el futuro padre sonreído, convencido que su hijo merecía llevar su nombre como el más justo de los reconocimientos a un hombre como él: hombre enamorado, padre impaciente, trabajador innegable. ¡Pero se equivocaba! La madre de Blanca respondió:
• Si es niño, se llamará Carlos
El grito de decepción de José se escuchó cuadras abajo. Las lágrimas asomaban a sus ojos, porque a pesar de la hombría que lo caracterizaba tenía sus sentimientos. Ante semejante reacción se le ablandó el corazón a la parturienta quien dijo aunque ya con voz algo débil:
• Está bien, se llamará Carlos José.
Para salvación del matrimonio nació Blanca, lo cual evitó que la discusión siguiera adelante ¡Gracias a Dios, cuando nació su segundo hijo, José sintió que el corazón se le reventaba de orgullo, una vez que su mujer le repitió una y otra vez: ¡José, se llamará José!
¡Pero cómo cambiaron las cosas en este país! Blanca nunca ha logrado entender cuando comenzó todo, lo cierto es que en el camino hasta ella optó por presentarse simplemente como "Blan" porque por cosas que ya no desea ni recordar, su nombre se convirtió en una raya. Entre tanto surgía una gran y novedosa variedad: los jeferson, los kenedy, los Wilson, los Wilmer, después vino la etapa de los Yonatan, Yubiritza, y Yuribitzay.
Lo cierto es que con cada nacimiento llega una evidente sorpresa, un nuevo nombre que aprender, un país que se prepara para ser descubierto en algún momento, conformado por un gran número de ciudadanos que parecen venir de otro planeta ¿O será que los nombres no tienen que ver, con nuestra identidad y con los lazos que nos unen a nuestra tierra?

lunes, 22 de febrero de 2010

¿Y ese vuelto, no es suyo?

José pensó que la devaluación de la moneda ha contribuido a brindarnos la posibilidad de tener un patrimonio incalculable porque no siempre es capital lo que acumula el hombre, también puede reunir anécdotas y experiencias. Contamos - le dijo a su mujer- con un inmenso patrimonio histórico, que desatará el asombro en nuestros niños. José imaginó como con ojos luminosos sus hijos lo mirarían incrédulos. -Imagínate María cuando les hablemos del centavo conocido popularmente como “puya”. Menos nos creerán cuando les digamos que un “medio” tenía veinticinco centavos y que más de uno disfrutó la maravillosa ventaja de recibir veinticinco caramelos a cambio.
María llena de entusiasmo recordó - ¿Y de la locha? El asombro será parecido al que vivíamos nosotros cuando nuestros abuelos nos hablaban de las morocotas. Si para uno era inconcebible la idea de que el oro circulara libremente en forma de moneda, para ellos será motivo de risa pensar que existieron las monedas de plata.
-Lo cierto es que la locha también tenía su valor- contestó José a su mujer – porque muchos pagamos con un “medio” aquellos helados conocidos como morochos. Estaba claro que un helado costaba doce céntimos y medio.
La nostalgia se apoderó de los dos, ya estas no son historias que se transmiten de abuelos a nietos, sólo basta el paso de una generación a otra para acumular un buen anecdotario - José continuó mientras su mujer lo contemplaba quizá hasta con ganas de llorar - ¿Y te acuerdas cuando desaparecieron las monedas y comenzaron a aparecer aquellos billetes azulitos que equivalían a uno y dos bolívares? ¿Para qué, si un buen día decidirían no fabricar más billetes de cinco, diez, veinte, cincuenta, cien y quinientos bolívares y las monedas volverían a aparecer?
-Si – contestó María - monedas que no han sido bien recibidas, entre otras cosas porque hemos tenido que rescatar las “chacaritas”, “portamonedas”, “monederos”, aparte de que la “viveza criolla” ha hecho su “agosto” con aquello de que “No tengo sencillo”. ¡Ay! – suspiró- aquel tiempo de los billetes ya no volverá y pensar que en el descuido sutil en que caemos con las moneditas, a cualquiera se le puede escapar la quincena. Lo de no tener cambio se ha extendido demasiado. Cada vez que vamos de compras tenemos que mostrarnos indiferentes ante el abuso de muchos comerciantes que sonríen felices y contentos tras su caja registradora quedándose con los setenta y cinco céntimos, los dos o tres bolívares que nos corresponden de vuelto ¿No es obligación de los comerciantes estar preparados con el suficiente “cambio” para atender adecuada y justamente a los clientes?. ¿Todo ese dinero acumulado de la suma de un vuelto y otro “robado” amigablemente al usuario, a manos de quién va a parar cuando se realiza el cierre de la caja registradora?
Los recuerdos se habían vuelto una realidad, José pensó en lo importante de reclamar el vuelto aunque se reciba una torcida de ojos. Qué bueno sería no movernos del lugar- le dijo a su mujer- hasta que nos haya sido entregado el vuelto completo, así se trate de cinco céntimos.
María sonrió sólo de imaginarse la situación. Hay que recordar en este anecdotario, que aún los céntimos tienen su valor.

lunes, 8 de febrero de 2010

¿Obligada a tu música?

Josefina estaba sentada en un sillón secándose las lágrimas. Al fondo comenzó a sonar una cumbia. ¡No lo podía creer! Una cumbia. Sus vecinos tenían la música a todo volumen, como sucede todos los viernes y sábados mientras toman cerveza. ¡y como toman! Josefina se pregunta con mucha frecuencia mientras ve acumularse las cajas desde la ventana de su cocina: ¿cómo harán para rendir el dinero, si a mí no me alcanza para nada? Lo cierto es que siempre parecen tener un motivo para celebrar, sea cual sea el fin de semana. Por supuesto, en el edificio todos celebran juntos sin saber exactamente por qué. ¿Qué otra alternativa queda? Los viernes la música casi ha adoptado condición de canción de cuna y con el tiempo, la mayoría de los vecinos han aprendido a dormir con ese gran ronroneo de fondo.
Los sábados es el peor día, casi es una costumbre hacer las llamadas telefónicas, ver televisión, escuchar algo de radio o leer antes de las tres de la tarde. A partir de esa hora es realmente imposible hacer nada como no sea sentarse a mirar el piso llenos de insatisfacción o simplemente salir corriendo a recorrer las calles o cualquier centro comercial con la triste sensación de no tener una casa donde pasar un fin se semana tranquilo.
Lo cierto es que además nadie dice nada, nadie se atreve a reclamar. ¿Para qué? Ya todos se acostumbraron a que cuando alguien reclama el resultado es peor, y la música, el ruido, las carcajadas y chistes retumban formando parte de la estructura del edificio.
Josefina volvió a secar sus lágrimas, ya ni recuerda por qué estaba llorando y se paró enfurecida rumbo a la ventana de la cocina dispuesta a reclamar. La fiesta estaba en pleno apogeo, esta vez aderezada con partido de dominó. En ese preciso instante se dio cuenta que ni siquiera tenía voz para hacerse escuchar, por más que gritara, el ruido ensordecedor se tragaría cualquier exclamación por más fuerte que fuera. Se retiró rendida una vez más y como siempre se dedicó a cerrar todas las ventanas lo más herméticamente que pudo.
¿Cómo puede una sola familia alterar las costumbres de todas las demás? ¨Pues sí, nadie lo creería, pero puede ser. Lo más importante es descubrir que a través de la unidad de criterios podrían lograrse acuerdos para vivir mejor en comunidad.

lunes, 1 de febrero de 2010

SIN ROSTRO

Por: Inés Muñoz Aguirre

Se levantó muy temprano, algo, no sabe exactamente que, lo impulsó a iniciar el día mucho antes que de costumbre. Se detuvo largo tiempo delante del espejo tratando de descubrir su identidad, quizá intentando descubrir algo que no hubiera visto nunca en su rostro. Tal vez, todo lo que le había estado sucediendo era consecuencia de una pérdida de memoria, que aunque no llegaba a ser amnesia total, si representaba el olvido de una serie de acontecimientos: robos, acusaciones, deslices en general, que al tenerlos presentes hubieran cambiado su historia. Pero él era así. ¿Para qué buscarse dolores de cabeza?
¿Cuántas veces preguntó, sin obtener respuesta? ¿Cuántas veces insistió para lograrla? No muchas, tenía que reconocerlo. Bastaba conseguir algunas negativas para caer en depresión y quedarse al margen de todo. Además, eso era más fácil. No tardó mucho en entender que si no hacía nada, siempre habría quien decidiera, participara y mucho más importante que eso: quien prometiera.
Descubrió que en las promesas se acumulaba la esperanza para un nuevo tiempo. Cada palabra podía fácilmente representar un giro total en su estilo de vida. Aunque nunca pasara nada. Durante mucho tiempo estuvo allí, escuchando, con la mirada llena de brillo, enseñándoles a sus hijos cual era el camino a seguir. Cuando las promesas tardaban en llegar, siempre quedaba el camino del juego. En un par de números y en el azar, podía estar la solución a todo ¿Para qué pedir más?
Mirándose al espejo también descubrió que su trabajo le generaba una entrada fija mensual, que aunque no mucha, era suficiente.Todos los sábados se podía reunir con sus amigos, en esa especie de fiestas improvisadas de fin de semana, que les permitía divertirse, echar chistes, beberse sus tragos y sobre todo bailar al ritmo de su música predilecta. Era el momento de reconocer que buena parte de su vida había transcurrido entre chistes y música. Entre el baile y la diversión. Entonces, ¿Qué hacía allí, mirándose en el espejo tratando de descubrir en su rostro algo qué no sabía exactamente que era?
Se levantó y encendió el televisor. Menos mal, porque ya había empezado el programa de concursos que tanto le gustaba. Un poco más y se pierde la aparición de la mujer con barba y del chivo de tres cabezas. Eso no se lo hubiera perdonado nunca, porque después no tendría de que hablar con sus amigos. Pasó cerca de tres horas frente a la pantalla del televisor, sin pestañear siquiera. De vez en cuando se escuchaban unas carcajadas que inundaban todo el ambiente y por encima de ellas la voz del orgulloso narrador.
Solo el repique del teléfono lo sacó de su concentración.
• Aló. Aló. ¿Quién habla allí? Ah, Antonio. Si. ¿Dónde es? En la Plaza Central. ¿Y cómo es la cosa? Palabras del candidato y presentación de la Orquesta. Claro, eso como que va a estar muy bueno. ¿Cerveza? Caray, no se puede faltar. No, no. Tú sabes que yo no voy a votar por él, pero no importa. Ah no - continuó - pero claro, igual yo voy a estar ahí, porque esa parranda promete estar buena.
Salió corriendo, dispuesto a no perder ni un segundo más. Mientras se vestía prendió la radio ensayando: un pasito pa´lante, un pasito pa´tras. En el espejo se quedó una pregunta sin responder. Se quedó prendida una imagen sin rostro.
¿Hacia dónde fue exactamente? No lo sabemos. Perfectamente podía ser a cualquier Plaza Central de cualquier ciudad. Lo cierto es que todos parecemos bailar a un mismo ritmo y entonar una misma canción, mientras poderes, toma de decisión, liderazgo y promesas se concentran siempre en unos pocos, que hacen de sus palabras un bálsamo hipnotizador. En cualquier lugar estará José repitiendo cualquier consigna enardecido. Lo peor es que cuando regrese a su casa y se vea en el espejo, volverá a sentirse complacido.

lunes, 25 de enero de 2010

¿Caliche?

Mi perro se murió de tristeza. He estado observándolo allí en mi jardín con las patas estiradas en posición de emprender una carrera inmediata. Reflejo de lo que fue su vida. También me he quedado viendo su boca abierta, como a punto de cumplir su cometido. Ni, aún así, puedo creer lo sucedido. Realmente estamos todos muy consternados, tanto esfuerzo, tanta dedicación, tanto dinero invertido. Si. Ante la manía familiar de estar siempre informados, un buen día, decidimos tener un perro.
¿Qué tiene que ver una cosa con la otra? Tienen que ver demasiado. El perro llegó pequeñito. Desde ese mismo momento y hora, contratamos al entrenador. ¡Les digo que un dineral! Sin embargo, valió la pena. Caliche que así se llamaba, corría hasta el borde del jardín (marcado sólo por la diferencia entre la grama y la acera) recogía el periódico y lo traía directamente hasta la poltrona de papá. Él era el primero en saber con pelos y señales todo lo que ocurría en el país.
Treinta minutos después llegaba el siguiente repartidor (Comprábamos los dos periódicos principales,pero por cuestiones de competencia eran repartidores distintos) Nuevamente Caliche corría entusiasmado a cumplir su función. Agarraba aquel periódico con extrema delicadeza, nada de romperlo con sus colmillos. Tampoco lo babeaba, no señor. Caliche estaba claro de la necesidad de información.
El primer golpe terrible en la vida de nuestro perro, fue tener que enfrentarse a un muro de tres metros de alto que lo separó abruptamente de la acera (cuestiones de seguridad) A partir de allí, aprendió a correr de un extremo a otro, esperando ver caer el periódico por encima del muro. Daba la impresión que la noticia venía directamente del cielo. Otro aspecto que siempre llamaba la atención es que avisaba entre ladridos y carreras la hora del noticiero, lo cual hacía cabalmente en la mañana, al mediodía y en la noche. Lo que nunca pudimos lograr fue que nos alertara sobre las cadenas gubernamentales, creo que el entrenador había reafirmado mucho en él, la exigencia de libertad.
A estas alturas ya deben suponer lo que sucedió con Caliche. A medida que fueron desapareciendo los periódicos de nuestro país, aquel pobre animal fue entrando en una depresión aterradora. ¿Qué sería de su vida sin los diarios? Al desaparecer los noticieros ya no tenía motivos para ladrar. Poco a poco se fue colocando frente al televisor, lleno de esperanzas, digo yo, pero el pobre fue desmejorando a medida que desaparecían los programas de opinión. Los niños entusiasmados, sin entender de que se trataba aquella tristeza de nuestro perro, gritaban:
•Comiquitas, comiquitas.
Yo sé que él los miraba de reojo, como incrédulo, ante tanta indiferencia. Reconozco mi cuota de responsabilidad, como la de cada miembro de mi familia, como la de todos mis vecinos y los demás, jamás dije nada. Jamás hice nada. Estoy segura que hay hasta quienes llegaron a pensar: "Mejor, porque leer las noticias me hacía entrar en depresión".
El golpe final fue la desaparición de los canales. Caliche jamás se conformó con eso de tener que mirar solo el canal del Estado. Evidentemente había desaparecido de su vida, toda motivación. Los niños seguían sin entender y nadie les explicaba. ¿Para qué? Con esa dejadez que genera el conformismo, el creer de antemano que la batalla está perdida, preferimos quedarnos así. Al final, es verdad, Caliche no fue el único en perder la batalla, la perdimos todos, pero fue por no hacer nada. Ahora no nos queda otra cosa que enterrar a nuestro perro y junto a él la posibilidad de ser una familia bien informada.

Crónica escrita el 8 de mayo de 2000.

lunes, 18 de enero de 2010

¿Dónde estamos?


Ante el tropezón, la mirada retadora y más tarde el acelerón del carro de atrás cuando José puso la luz de cruce, aquel hombre bastante agobiado comenzó por preguntarse:
- ¿A dónde se fue la educación? - Sintiéndose como un hombre de otro planeta en medio de las calles de aquella ciudad evidentemente deteriorada reflexionó- ¿Hasta cuándo será la política el principal tema de nuestras vidas? Ante la falta de logros, la capacidad de decisión, la ausencia de proactividad y a veces, hasta de responsabilidad se volvió a preguntar ¿Para qué servía entonces aquel repetir constante de mi maestra de sexto grado?
-Nunca olviden a la hora de elegir un oficio o una profesión, que lo verdaderamente importante es ser el mejor. El mejor zapatero o el mejor doctor. Sólo así el país saldrá adelante.
José decidió pensar que unos cuantos crecieron con aquellas palabras dando vueltas en la memoria y que algunos tienen que haber alcanzando lo que según sus criterios era lo mejor. Pero más seguro estoy – pensó - que a la mayoría el país se les fue de las manos casi sin darse cuenta. Para muchos maestros aquellos consejos de índole personal dejaron de ser importantes, porque no aparecían en los libros aprobados por el Ministerio de Educación. Así entramos en una suerte de hipnosis que facilitaba el camino y que de pronto empezó a poner ante nuestras miradas la sensación de que éxito y dinero se consiguen sin mayor esfuerzo.
Para José es motivo de angustia tener esa visión de lo que sucede a su alrededor. ¿Dónde están los constructores de la sociedad en qué nos desenvolvemos? ¿Quién conoce de sus logros y fracasos? ¿Dónde ha ido a parar el respeto por nuestra historia? ¿Cómo evaluamos y cómo sabemos el desarrollo que debe alcanzarse en cada área? No podemos saberlo. Es tan difícil encontrar testimonios sobre lo positivo, sobre esos “hacedores” que permanecen en el anonimato. No hay quien se sienta responsable de escribir cada día la historia de alguien que no tenga que ver con votos o discursos, con tragedias y fracasos. ¿Cuántas personas a lo largo de estos años no decidieron quedarse afuera, donde su talento era más reconocido? ¿Cuántos permanecen aún en nuestro país a costa de una lucha diaria con su autoestima y los destellos de la depresión?
Al final de la tarde, cuando José tiene que emprender el camino de regreso a su casa, metido en una tranca que le robará descaradamente dos horas más de su valioso tiempo, piensa que la fuerza necesaria para el compromiso y la lucha diaria se ha debilitado entre otras causas, gracias a la indiferencia. Justamente esa tarde discutió con una compañera de trabajo quien se atrevió a argumentarle que sueña con ver a su hijo, sobrino, primo o hermano metido en cualquier tema que le proporcione reconocimiento, si se trata de algo donde tenga que trabajar poco y ganar mucho, un tanto mejor. José no pudo evitar su respuesta
-¿Por qué en lugar de propiciar unos vividores, no piensas y estimulas la generación de un brillante deportista, un destacado profesional técnico o universitario, un empresario trabajador, un persistente investigador, un notable científico o un connotado escritor?
Como era de esperarse no hubo respuesta, José entendió que era una tarea muy difícil ¿Cómo podremos rescatar aquellos viejos valores de compromiso, preparación profesional y aporte constante a la sociedad de la que formamos parte? ¿Cuándo comenzaremos a dar a cada cual el lugar que realmente se merece? ¿Cuándo seremos más críticos y exigentes con lo qué se nos ofrece? Quizá en el momento en que consigamos respuestas y accionemos frente a cada una de estas interrogantes, lograremos esos cambios que tanto pregonamos y que no se ven por parte alguna. Los cambios no se logran gratuitamente, no se logran incentivando la desidia ni él irrespeto por quienes se han forjado un camino a fuerza de lucha preparación y trabajo. No se logra conversando sobre el tema. Se logra a través de cada una de nuestras acciones diarias.
Finalmente José entró en su casa dispuesto a abrazar a su familia después de una larga jornada: ¿Será soñar demasiado pensar que algún día volveremos a saber dónde está el mejor zapatero o el mejor doctor?

lunes, 11 de enero de 2010

¿Devaluados?

José recibió un mensaje de texto que lo hizo correr en dirección al televisor. A voces avisaba a su familia, que se estaba hablando de devaluación. Todos corrieron a un mismo tiempo ansiosos por ver lo que sucedía, sin saber exactamente cómo ni por qué. Al final ¿qué más da? Porque lo cierto es que si la devaluación es del doble, habrá que trabajar dos veces más para obtener lo que se necesita y si es del cuádruple, habrá que trabajar cuatro veces más. En este país – pensó María – lo único cierto es que los que creemos que tenemos derecho a vivir mejor, lo que nos queda es trabajar y trabajar. A la gente honrada nadie nos da nada. ¡Y ni falta que nos hace! Se llenó de orgullo, con ese entusiasmo que sólo da el no andar pidiendo, esperando, ni vendiendo las ideas y la capacidad de decisión.
Lo cierto es que como era de esperarse no había cadena nacional. ¡No señor! Quizá porque ya está claro que cada cadena lo que hace es propiciar una alta sintonía de los canales internacionales o quizá porque si se hace menos bulla, las verdaderas noticias podrían pasar sin pena ni gloria. Hay tanta gente en nuestro país - comentó José- que no lee, no ve televisión, no oye radio, no pregunta, no se informa. ¿Tú sabes cuantos saldrán mañana a trabajar, se acumularán en las paradas y autobusetes, sin saber nada de lo que se está hablando hoy?
María le pidió que dejara de hablar para escuchar con tranquilidad lo que estaban diciendo. Allí estaban los ministros acompañando al Presidente de la República para hacer un anuncio que así como se esperó durante todo el 2009, también se llegó a decir que nunca se produciría. José tenía sus cinco sentidos puestos en cada palabra y hubo un momento en qué pensó: ¡Esto es como volver al pasado! Todos a su alrededor habían volteado a verlo, se había expresado en voz alta prácticamente sin darse cuenta- ¿Y cómo por qué?- preguntó su hijo rápidamente, tratando de buscar una explicación adecuada a la expresión de su padre. José no tardó mucho en responder – La historia da la vuelta una y otra vez, aun para aquellos que se empeñan en negarla, aquí estamos de nuevo con un dólar a 4.30.
Las voces del televisor y de los espectadores se entremezclaban en aquel salón de la casa de José y María. -En cualquier país desarrollado una propuesta como esta contribuiría a bajar los precios, porque a pesar de la devaluación el “petrolero” está por debajo del dólar paralelo. Pensar, que basados en la eficiencia esta medida podría ser un golpe mortal a la especulación.
María sonrió ante los comentarios de José, para acabar con la especulación tendrían que simplificarse los trámites, dar respuesta inmediata, incentivar a los trabajadores que hagan su trabajo en tiempo record, despolitizar el tema, acabar con el tráfico de influencias y generar los recursos con la velocidad necesaria. Lo que siempre ha estado claro es que si los diversos sectores que integran la economía del país no les llegan a tiempo los dólares necesarios, para no ver como se vacían sus despensas, para no cerrar sus negocios, para seguir produciendo caen en la trampa. En conclusión, remató José: el dólar paralelo existe porque no se consigue el oficial, esa es la realidad.
Para José y María, trabajadores empedernidos, apagar el televisor después de aquel anuncio les anticipaba un panorama totalmente predecible: los que saldrán en televisión defendiendo las medidas con visiones que nos llevan a pensar que viven en otro país, los que saldrán atacando las medidas apoyados en un lenguaje lleno de tecnicismos académicos, que ni los más preparados podrán entender; unos políticos que dirán de todo y que lo menos que exigirán será eficiencia en el manejo del aparato estatal; unos que llamaran a paros, huelgas, protestas y marchas. Unos habitantes que nuevamente se paralizarán pensando que todo está perdido gracias a la devaluación y caerán en la depresión y la parálisis, los que no harán nada escudándose en que todo está muy mal. Unos comerciantes que remarcarán rápidamente sus productos y harán fiesta con las nuevas ganancias, unos consumidores que correrán a comprar antes de que todo se ponga más caro, aunque no necesiten nada. Y lo único cierto es que cualquier historia de esta llegará a su fin cuando el maravilloso dólar a 4.30 circule por las manos de los que verdaderamente lo necesitan, para hacer crecer el país. El verdadero reto estará en una comunidad preparada que tenga la capacidad de evaluar ¿Fracaso? Si el dólar paralelo aumenta, porque allí es donde estaría la verdadera devaluación. ¿Triunfo? Cuando el valor del dólar paralelo disminuya. ¿Apostamos a qué?

lunes, 4 de enero de 2010

Nuevo Urbano 01


Ernesto salió de aquella reunión bastante atemorizado, no tenía carro y ya por la hora que era no le quedaba otra que tomar un taxi para poder llegar a su casa. Mientras la luz del ascensor marcaba su feliz descenso, piso tras piso, sacó del bolsillo de su chaqueta el carnet de 25 centímetros por 25, con letras fosforescentes y sellos de una veintena de organismos, ministerios e instituciones, que lo califican como ciudadano ejemplar. Seguidamente sacó su cédula de identidad con el objetivo de ratificarse como el verdadero dueño de aquel documento, única garantía para poder trasladarse de un lugar a otro de la ciudad.

Finalmente llegó al pasillo principal del edificio donde tuvo que pulsar unos cinco botones eléctricos, con el fin de abrir las numerosas rejas que servían de custodia a los habitantes del lugar. El primer paso estaba superado, ahora venía lo peor. Sintió como su corazón comenzaba como loco a saltar dentro de su pecho. Pequeñas gotas de sudor corrían por su frente, mientras un frío inexplicable le invadía los pies. En fin, no podía negarlo, estaba experimentando todos los síntomas del miedo. ¡ A cualquiera le pasaría lo mismo! Es que eso de ser un invitado permanente en la “ruleta rusa” con la conciencia clara, cuando no se es apostador y cuando el instinto de conservación funciona a plenitud, puede ser una desgracia.

Con todos aquellos síntomas a millón se paró lo más cercano que pudo a la débil luz emitida por el poste, pendiente de todo lo que ocurría a su alrededor. De vez en cuando pasaba un carro atrás de otro, pero los taxis brillaban por su ausencia. Finalmente pareció distinguir que venía uno en la oscuridad. De inmediato alzó la mano llamando la atención del conductor y vio como el taxi se detuvo al comienzo de la cuadra. Encendió y apagó las luces, exactamente tres veces. Acto seguido Ernesto mostró sostenido por ambas manos a la altura de su pecho su gran carnet de identificación. El taxista avanzó lentamente recorriendo la distancia que lo separaba de aquel posible pasajero con el mismo susto que experimenta un cazador, quien no sabe hasta el último momento si él será la víctima.

Por su mente se deslizaron una tras otra las imágenes de aquella enorme cola de taxis que acompañó la caravana para el entierro del chofer más recientemente asesinado. “Plomo al hampa” y “¿Dónde están nuestros derechos humanos? ” Esos eran algunos de los mensajes que iban dejando a su paso, en un recorrido caracterizado por un extraño silencio y una gran soledad. Nada de autoridades. Nada de políticos. Nada de medios de comunicación.

A medida que Ernesto veía acercarse aquel taxi que se supone lo debía llevar hasta la seguridad de su hogar, se dio cuenta que sus sienes estaban a punto de estallar. Las imágenes que veía diariamente en la prensa y en la televisión de personas que se montan en un carro y desaparecen, de turistas asaltados dentro del taxi en el trayecto del aeropuerto a la ciudad, hicieron su trabajo en un hombre que por instantes no supo si correr o llorar.

El frenazo del carro lo sacó de sus pensamientos. El taxista bajó lentamente el vidrio y extendiendo la mano soltó sobre la acera todos los papeles que permitían su identificación. Simultáneamente Ernesto lanzó los de él sobre el asiento, el carro avanzó lo suficiente como para que cada cual tuviera el tiempo y la seguridad para confirmar las respectivas identificaciones. Superado el proceso el taxista retrocedió a recoger su pasajero, al que apenas si le salió la voz para dar las buenas noches. Así se inició un trayecto donde jamás se perdieron de vista el uno al otro, donde cada movimiento era una sospecha, donde cada sombra era una amenaza. Donde entre uno y otro nos hacían más que repetir las señales de impotencia que despiden a diario, los habitantes de nuestra gran ciudad.