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sábado, 18 de septiembre de 2010

¿Qué número tienes?


Un número tras otro. La luz destella futuro. Las miradas se tropiezan cargadas de temor. Nadie se atreve a  ver directamente a los ojos del que está al frente. Mucho menos a los del lado. Se debe evitar cualquier gesto que cause confusión. María toma en sus manos el pequeño rectángulo de papel en el que reluce el 121. Acostumbrada a que su relación con el dinero se reduzca a guardar los billetes en el monedero;  ir al banco le parece una aventura. Camina entre las sillas que agrupadas en pequeños cuadrados buscan una comodidad imposible de alcanzar.  Desde una esquina en la que evita toses, estornudos y resoplidos, recuerda asombrada que debe hacer frente a la ausencia de aire, gracias al plan de ahorro energético en el que nos encontramos de la noche a la mañana. Piensa en lo bien que le vendría un pañuelo con alcohol como intento de poner fin  a todo germen, cuando alguien la descubre fuera de lugar.
-          Muñeca-  escucha una voz que susurra a su lado - ¿Qué número tienes?
-          121 – contesta tratando de sonar amable, ante aquel hombre enfundado en su chaqueta de cuero en pleno mediodía.
-          Tienes 60 personas por delante – le explica; sosteniendo un casco negro entre sus manos, con la destreza de un jugador de bowling  que exhibe la pelota antes del inminente lanzamiento.
-          ¡No puede ser!  Exclama como a quien se le va la vida. Rápidamente multiplica por cinco, concluyendo que harán falta unas tres horas para ser atendida.
La tecnología hace de las suyas. Una distribución precisa de caja en caja según la operación indicada, reparte consecutivamente a jóvenes, viejos, hombres y mujeres por igual. Tal como que si fueran las fichas de un juego. María piensa en que el dinero en el banco inicia la conclusión de cualquier trato personal. Su reflexión le permite cuestionar las tantas teorías que existen sobre el servicio al cliente y la generación de valor. Es justamente hacia el sector servicios hacia donde se dirigen grandes esfuerzos en los planes de competitividad, buscar la sensación de bienestar del cliente es el objetivo principal. Propuesta que en nuestro país parece distar mucho de la realidad.
Una hora después, la sed y el cansancio, hacen lo suyo. Al fondo, la voz del vigilante quien solicita paciencia ante la caída del sistema. Como una avalancha la mitad de los clientes buscan la puerta; los tickets  caen al piso, abandonados por sus dueños. María sonríe tratando de descubrir en cuál de ellos conseguirá su mejor oportunidad. Los que se han ido lo han hecho conscientes que al día siguiente un nuevo círculo los llevará a sostener el mismo número entre sus manos